Lambayeque vive hoy una situación límite. Las calles quedaron expuestas y el delito se mueve sin freno mientras miles de familias enfrentan cada día un clima de violencia que ya dejó de ser excepcional. Lo más indignante es que, en medio de esta crisis, nuestra Policía opera casi a pulso. Con pocos agentes, sin logística mínima y sin los vehículos necesarios para cumplir incluso las disposiciones judiciales más básicas.
La Comisaría San Martín de Porres, en plena capital de la región, debería tener 60 efectivos para operar. Solo tiene 46. Un déficit del 23% en una de las zonas más golpeadas por el crimen.
Y eso no es lo peor. La comisaría no tiene movilidad para ejecutar medidas de protección. Las visitas que ordena un juez, para evitar que mujeres, niños y víctimas de violencia sean agredidos o asesinados, solo pueden hacerse dos o tres veces por semana, y eso si encuentran apoyo de serenazgo o un patrullero libre. Muchas veces, simplemente no hay cómo salir.
Mientras Lambayeque es devorado por mafias, extorsión y crimen organizado, a la PNP se le exige que haga milagros sin vehículos, sin combustible, sin infraestructura y sin el personal mínimo para patrullar sus propias calles.
La policía no es la que falla, sino el Estado el que los abandona. Los oficiales trabajan en una comisaría con paredes húmedas, concreto desprendido, cables expuestos y puertas deterioradas, como si fueran ellos quienes estuvieran mendigando recursos, cuando son los delincuentes los que deberían estar arrinconados.
Lambayeque necesita con urgencia autoridades que entiendan que la seguridad no es un discurso de campaña, es un presupuesto necesario. Que sin darles “armas”, vehículos, logística y respaldo legal a la PNP y a las FF.AA., cualquier plan anticrimen es un saludo a la bandera.
Porque si seguimos eligiendo a los mismos políticos incapaces, corruptos e indiferentes, seguiremos teniendo comisarías en ruinas, policías abandonados y ciudadanos a merced del crimen organizado.
El cambio de ciclo que Lambayeque necesita empieza votando por alguien que ponga la seguridad primero. Por alguien que entienda que la Policía no puede luchar contra mafias con las manos vacías. Por alguien que devuelva el control del territorio al Estado y no al hampa.