En Chiclayo, el tiempo pasa, las necesidades crecen y el dinero se queda inmóvil.
A tres meses de terminar el año, la Municipalidad Provincial de Chiclayo ha ejecutado apenas S/6 millones de un presupuesto total de S/51 millones, es decir, un 13.9% de inversión.
Una cifra vergonzosa para una ciudad con calles colapsadas, mercados deteriorados y una inseguridad que crece día a día. La alcaldesa Janet Cubas Carranza ha convertido a Chiclayo en un ejemplo de cómo una mala administración puede paralizar el desarrollo local.
Los proyectos de seguridad, como el Centro de Monitoreo y Vigilancia, siguen durmiendo el sueño eterno, mientras la ciudad apenas cuenta con 42 cámaras operativas, muchas de ellas viejas y defectuosas.
Ni siquiera los comerciantes del Mercado Modelo se salvan del abandono. Los aleros deteriorados siguen siendo un peligro constante para quienes trabajan o compran ahí. Los dirigentes han pedido incluso pagar de su bolsillo parte de las obras para que la municipalidad, que tiene dinero pero no gestión, se digne a actuar.
Esta es la realidad del Perú: autoridades elegidas sin preparación, sin liderazgo y sin visión. Funcionarios que no saben ejecutar, pero sí gastar en propaganda; alcaldes que administran la pobreza en lugar de combatirla.
Por eso urge un Cambio de Ciclo y el 2026 será decisivo. No podemos seguir entregando el poder a políticos incapaces, a oportunistas con prontuarios judiciales o a improvisados con ambiciones personales.
El Perú necesita gestores y líderes, no burócratas y cómplices del atraso.
Si queremos ciudades seguras, limpias y modernas, debemos empezar por elegir bien.
Porque cada sol no invertido es una obra menos, un empleo menos y una esperanza menos para los peruanos.