Cuando la salud no llega, el virus entra sin golpear

En Lambayeque la tos ferina avanza. Más de la mitad de la población —especialmente niños y gestantes— no está vacunada. Y cuando la vacuna no llega, llega el virus. Sin preguntar. Sin avisar.

Las vacunas deberían estar en los centros de salud. Pero no están. O peor: están, pero no se aplican. ¿Quién controla? ¿Quién responde? Esto no es culpa de la gente. Es un Estado desconectado, que ya ni cumple con lo mínimo.

Hay dos casos confirmados, tres en duda y cuatro probables. Parecen pocos, pero así empiezan los brotes. Con indiferencia. Hasta que revientan. Y cuando revientan, como siempre, golpean más duro a los que menos tienen.

Y no es solo Lambayeque. En todo el país, la mitad de nuestros niños tiene anemia. Niños sin defensas. Niños que cargan desde pequeños con un sistema que les da la espalda. Eso no es una cifra. Es una sentencia.

Hace 25 años que se promete lo mismo. Campañas, titulares, discursos. Pero seguimos igual: hospitales colapsados, madres angustiadas, barrios sin respuesta. ¿Vamos a esperar otro COVID para reaccionar?
No olvidemos que el Lagarto Vizcarra logró que seamos campeones mundiales en muertes por Covid.

El Perú ya se hartó. Se hartó de la corrupción en la salud, de los sobrecostos, de los funcionarios que imprimen afiches pero no pisan un centro médico. Lo que está roto no se arregla con cinta adhesiva.

Lo que necesitamos no es maquillaje. Es un cambio de fondo. Porque mientras sigamos parchando lo viejo, vamos a seguir vacunando miedo en vez de futuro.

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